sábado, 6 de enero de 2018

PROCLAMACIÓN DE LA REGENCIA NACIONAL Y CARLISTA DE ESTELLA. 20 DE ABRIL DE 1958


PROCLAMACIÓN DE LA REGENCIA NACIONAL Y CARLISTA DE ESTELLA. 
MANIFIESTO
Montserrat, 20 de abril 1958

 A los españoles:
La falsificación de la Cruzada de 1936
España está sobre un volcán. Y al borde del abismo.
Peor que antes del 14 de abril de 1931. Peor que antes del 18 de julio de 1936
Por no haber adoptado hasta ahora la única manera de ser y política propia y genuinamente española, la carlista, a pesar de ser el Carlismo, en lo público y colectivo, lo sólo auténticamente nacional y decididamente popular y patriótico de España.
Porque la situación gobernante desde el 1 de octubre de 1936 -en que se nombró exclusivamente por los militares Jefe del Gobierno del Estado Español, no Jefe del Estado, al General Franco- ha faltado esencialmente a los fines y condiciones naturales del Alzamiento-Cruzada Nacional, con estricta sujeción a los cuales la Comunión Tradicionalista había pactado con el general Sanjurjo, verdadero jefe del levantamiento militar, su participación y la de sus Requetés en la Cruzada.
Porque esta misma situación política ha empequeñecido y malogrado en cuanto ha estado a su alcance, el Alzamiento - Cruzada Nacional del 18 de julio de 1936, tratando de trocarlo en un mero partidismo más -que como los anteriores, ha asqueado a España y a los españoles-, mediante la imposición, después de transcurridos nueve meses desde el principio del Alzamiento, de totalitarismo llamado "Movimiento", que comenzó a establecer el 19 de abril de 1937 por el decreto mal apellidado de Unificación, creador del Partido Nuevo y Único de F.E.T. y de las J.O.N.S; oscura, injusta e ilícita "novedad" partidista -rechazada siempre por el Carlismo- que aprovechó para implantarse contra todo derecho la coacción moral que prohibía rebelarse, en plena guerra de vida o muerte para España, a cualquier patriota.
Porque el Alzamiento-Cruzada del 18 de julio de 1936 y el "Movimiento" del 19 de abril de 1937, por más que se intente confundirlos para hacer sagrado a éste o envilecer a aquél, son dos cosas no ya distintas, sino enemigas, como lo fueron la Guerra de la Independencia y el liberalismo de las Cortes de Cádiz. Por lo que la Comunión Carlista y sus Requetés participaron decisivamente en el Alzamiento-Cruzada y han sido siempre y son total, justa y obligadamente opuestos al "Movimiento".
Porque la Sociedad española se ha dejado imponer ilícitamente, desde 1833 a 1936 -con pseudo-monarquía o con repúblicas-, el antiespañol y revolucionario "Liberalismo", y desde la conclusión de la guerra española en 1939 hasta ahora, la falsificación del 18 de julio denominada "Movimiento". Ambos, "Liberalismo" y "Movimiento", fracasados, aunque continúen manteniéndose en mortal combinación e inestable y peligrosísimo equilibrio en España, principalmente por la corrupción, la fuerza material y la, por demás precaria y antiespañola, ayuda extranjera.
Por no rebelarse, viril y patrióticamente, contra el segundo canovismo o saguntada y marxismo-socialista que se está fraguando en los antros judío-masónicos, mediante la sucesión o sustitución de la situación política imperante hoy en España por la "Monarquía" de Don Juan o de Don Juan Carlos, o directamente por la República. Careta monárquica la primera que, con o sin los "nuevos" juanistas que fueron a Estoril el 20 de diciembre último, no podría -aunque lo desease- ser otra cosa que el anti 18 de julio, la liquidación total del Alzamiento-Cruzada. Y meramente la portera -quien abriese la puerta- de la auténtica anti-patria de un nuevo 14 de Abril. República, la segunda, que no es necesario explicar lo que sería desde su misma implantación, porque si no hablase suficientemente la historia de lo ocurrido en 1873, está viva entre nosotros la experiencia de 1931.
La identificación, la confusión de lo auténticamente español y lo carlista ha sido, doctrinal y experimentalmente, probado hasta la evidencia: Ahí están los pensadores verdaderamente españoles de todos los siglos. Ahí la congruencia perfecta entre su ideología y sus doctrinas, luchas político-religiosas y guerras-cruzadas seguidas por el Carlismo desde hace ciento veinticinco años y por sus antecesores desde que penetró el Cristianismo en la Península; ahí la religiosidad, el espíritu, el culto al ideal, el desinterés, el sacrificio, la renunciación, la persecución, la sangre del Carlismo y de los carlistas durante más de un siglo de heroica y providencial existencia y, en nuestros días, en el glorioso Alzamiento-Cruzada de 18 de julio de 1936.
Hasta tal punto es así que fue necesario que la Comunión Tradicionalista y el Levantamiento militar quedaran decapitados apenas iniciada la Cruzada para que -como hemos visto, faltando a las condiciones patrióticas mediante las cuales habían pactado los carlistas su participación en el Alzamiento- pudiera escamotearse a los españoles la política que en todo derecho -Providencia, sangre, heroico esfuerzo y limpieza- estaban reconquistando: la de Cruzada, la única española, la mantenida y propugnada siempre por el Carlismo.
Produjeron la decapitación referida las muertes, en julio de 1936, del General Sanjurjo, Jefe del Levantamiento, y en septiembre del mismo año, de S.M.C. Don Alfonso Carlos, último Rey legítimo de España y por ello, Caudillo de los carlistas, y la ilegitimación del designado por este Rey para el ejercicio de la Regencia.

La ilegitimación de Don Javier
El Rey Don Alfonso Carlos nombró Regente a Don Javier de Borbón en su decreto de 23 de enero de 1936:

Para no dejar "desamparada y huérfana de monárquica autoridad indiscutible, siquiera sea provisoria, a la Santa Causa de España...; para continuar la sustentación de cuantos derechos y deberes corresponden a Mi dinastía -la Legítima- conforme a las antiguas Leyes Tradicionales y al espíritu y carácter de la Comunión Tradicionalista..."; y para "Regir en el interregno los destinos de nuestra Santa Causa y proveer sin más tardanza que la necesaria la sucesión legítima de Mi Dinastía, ambos cometidos conforme a las Leyes y usos históricos y principios de Legitimidad que ha sustentado durante un siglo la Comunión Tradicionalista".

La misión de Don Javier, desgraciadamente, sólo fue realidad en la intención del Rey Don Alfonso Carlos, ya que sucesivamente se ha ido transformando en símbolo, ficción y mito, y ha llegado a simple mentira. Con la agravante de que esta situación, tan ilícita como generadora del mal, ha sido negada y disimulada con parodias que aparentemente la contradecían, abusando de la buena fe, de la creencia honrada y de la verdadera lealtad del pueblo carlista, que, luchando contra todos sus deseos y legítima esperanza, sólo poco a poco y vagamente han podido irla escudriñando a medida que se iba trasluciendo en hechos encubiertos durante el transcurso de veintiún años de politiqueo engañoso, claudicante y agotador.
En 1952, en Barcelona, Don Javier se llama por primera vez Rey de España, y el 17 de enero de 1956, en Madrid, ante el que llama Consejo de la Comunión dice en "declaración pública y terminante" que lo anterior "queda hoy perfectamente ratificado", empleando las siguientes palabras: "He aceptado para Mí y para Mis descendientes la sucesión legítima de la Monarquía Española, la pesada carga de la corona en el Destierro" Sin perjuicio de que al día siguiente, 18 de enero de 1956, en carta a Don Antonio Iturmendi, Ministro del General Franco, se desdiga de la anterior declaración de esta forma: "Debo asegurarle también que el contenido de dicha hoja (sustancialmente igual al de la solemne declaración que acabamos de transcribir) no responde ni a mis declaraciones verbales ni a la línea de conducta que me he trazado y que he seguido siempre...con lealtad al Movimiento Nacional". Sin perjuicio tampoco de que, posteriormente, desde el extranjero, vuelva a firmar escritos como Regente.
Después de esto, no puede admitirse que sustenten realmente por Don Javier la Legitimidad, y con ella el derecho a hablar como Rey, Regente, Jefe de la Comunión Tradicionalista o con cualquier título que lleve consigo el derecho a hacerse obedecer de los carlistas o de los españoles. Con ello demuestra Don Javier que no ha tenido nunca conciencia de qué cosa sea realmente la Soberanía de derecho, inseparablemente unida a la Jefatura del Carlismo, que transitoriamente le confiere en nuestra patria su designación de Regente hecha por el último Rey legítimo de España.
En situación análoga se halla el javierismo si consideramos su actitud ante ciertas manifestaciones públicas del General Franco: Califica éste a Don Javier, en sus declaraciones a "Arriba" de 27 de febrero de 1955, de Príncipe francés, extranjero, a su política de "especulación de un diminuto grupo de integristas... sin eco en la Nación", y afirma que "el contenido y las esencias de esa Monarquía (la defendida por los tradicionalistas)... están encarnados hoy en nuestro Movimiento, como así reconoció en nuestra Cruzada, en carta que me dirigió el propio Príncipe francés...", y en sus manifestaciones al Director de la Agencia EFE, de 1 de octubre de 1957, insiste, ratifica y amplía el General sus afirmaciones diciendo que a la Unificación mostró su adhesión espontánea, en carta que entonces me dirigió, el Príncipe Don Javier de Borbón, albacea y depositario de la voluntad del último de los Monarcas carlistas, considerando con ello terminada su misión".
Pues bien, tanto este príncipe como sus representantes generales han consentido estas afirmaciones, esenciales tanto en cuanto concernientes al ser, existencia y dignidad del Tradicionalismo como a los del mismo Don Javier; las han consentido porque era materia política la falta de rectificación pública -que puede llegar a conocimiento de los afectados, a este caso los carlistas y los demás españoles, hecha en España, o si esto no hubiera sido posible, por lo menos en el extranjero- equivale al consentimiento; y éste en asuntos de absoluta gravedad, como el que nos ocupa lleva consigo el desconocimiento y abandono de la propia Soberanía con la presentación de vasallaje a otro poder y significa la claudicación y como consecuencia, la ilegitimación de Don Javier y la incapacidad de sus representantes generales como coautores, cómplices o encubridores de la deserción.
Respecto a los sentimientos patrióticos de Don Javier, estábamos también equivocados. Aunque deberíamos creer que era y se sentía español por pertenecer a la Casa de Parma, ilustre rama de los Borbones españoles, y por haber aceptado y jurado el cargo de Regente de derecho de España, realmente es y se siente francés, según afirma él mismo en los dos opúsculos -"La Repúblique de tout le monde" y "Les accords secrets Franco-Anglais"- que, transcurridos diez y trece años, respectivamente, de su aceptación de la Regencia de nuestra Patria, publica en francés y pone a la venta en Francia, sin conocimiento del pueblo carlista y español. Y en verdad que la manera como expresa sus sentimientos franceses no puede ser más categórica. Traducimos: "es un francés (se refiere a sí mismo) que habla a franceses. Un francés de esta familia capeta tan profundamente ligada a la Patria que se llama la Casa de Francia. Hijo de los Reyes que han hecho de Francia... Un tribunal de la Gestapo me condenó..., después los alemanes le deportaron..., porque había luchado contra ellos en los "maquis", como lo había hecho durante las guerras de 1914-1918 y 1939-1940..., porque no tenía miedo de decir, y a las mismas autoridades, que lucharía así mientras hubiera un "boche" en tierra francesa... Yo estoy al servicio de Francia, etc".
Ahora bien, con sentimientos, servicios y consagraciones tan laudables en un francés cualquiera, ¿podía simultanearse, en la vida real, el servicio y consagración al Carlismo y a España que entrañaba la Regencia que Don Javier había aceptado y jurado? Claro está que ello no podía ser ni fue, y así se consumó el abandono de su misión en estos años trascendentales para el Carlismo y para España.


La culminación del proceso de ilegitimidad
Pero, como dijimos al principiar este esbozo de veintiún años de desastre, ni aquí se ha detenido Don Javier, sino que, ayudado por sus representantes, continúa su intervención destructiva de lo carlista y español, llegando a su total entrega al "Movimiento", en cuanto podía estar a su alcance -aunque con ella ha proporcionado, publicándola, la prueba de evidencia de su ilegitimación-, en un mensaje a los carlistas, el 12 de diciembre último, que en una de sus ediciones -provista, ¡cómo no!, de pie de imprenta legal-, dice así: 
Mis queridos carlistas:
Próximo el comienzo del nuevo año de 1958, en el que se cumple el siglo y cuarto de la existencia del Carlismo, quiero enviaros mi más cordial saludo, con los mejores votos por vuestra felicidad personal y familiar.
Es, por otra parte, ocasión propicia el comienzo del año para reflexionar sobre la labor realizada en el pasado y, más aún, para fijar los planes de nuestra actuación futura.
Desde que, por orden de mi tío el Rey Alfonso Carlos, me puse al frente de los trabajos de la Comunión Tradicionalista de preparación del glorioso Alzamiento Nacional, me he mantenido en la misma línea de defensa de nuestra santa Causa, que es la Causa de España y de la Cristiandad.
Después de iniciado el Movimiento, con tan decisiva participación de los requetés, pude ofrecer al Ejército en la persona de su Generalísimo aquellos Tercios, tantas veces cubiertos de gloria a lo largo de la campaña. Con ello puede, confiadamente, considerar terminada esta parte de mi misión de orden puramente militar, sin que por eso dejara de ayudar por todos los medios a mi alcance al triunfo de la Cruzada.
Concluida la guerra de liberación, especiales circunstancias determinaron la política de una primera etapa, sin carácter institucional monárquico. El General Franco ha anunciado el comienzo de un nuevo período preparatorio de la estructura definitiva del régimen, mediante la instauración de la gloriosa y secular Monarquía Tradicional. Esta Monarquía, con sus principios definidos siempre por la Dinastía Carlista , de la cual soy heredero de los deberes, aun antes de los derechos, es la llamada a asegurar la continuidad del proceso político y social abierto el 18 de Julio.
Si el Carlismo tuvo razón para aportar los requetés a la guerra, ¿quién puede negarle ahora el derecho, o desconocer su deber, de ocupar el puesto que le corresponde en esa tarea transcendental? Si no lo hiciéramos así, contraeríamos la grave responsabilidad de malograr el sacrificio de aquéllos y privar de su justificación última al Movimiento Nacional, cuyas consecuencias políticas no quedarían cumplidas.
Debemos, por lo tanto, aprestarnos con todo entusiasmo a desarrollar la labor política que exige esta nueva etapa, con los brazos abiertos a todos los españoles de buena voluntad, en especial aquellos que con nosotros comparten un mismo sentido antiliberal y de inquietudes sociales, y aceptan nuestra concepción de la Monarquía Tradicional. Para esta tarea, la Comunión Tradicionalista recoge el llamamiento hecho a la Nación por el Jefe del Estado, con la lealtad y espíritu patriótico que ni sus mayores adversarios le han negado en su larga historia.
Yo espero de vosotros, mis fieles y queridos carlistas, que contribuiréis con todo vuestro esfuerzo a tan alta y decisiva empresa unidos y obedientes a las órdenes de las autoridades de la Comunión, en quienes tengo depositada mi confianza.
Pidamos a Dios, con la intercesión de nuestros Mártires, que bendiga esta empresa, para bien de la Patria.
FRANCISCO JAVIER
12 diciembre de 1957.
(Gráficas Prim, 5.000 ej. XX-57, Vitoria)


¿Cuál es el contenido de este "Mensaje"?

La claudicación expresa de Don Javier ante la situación gobernante y su orden a los carlistas de que le sigan en ella.
Ahora bien, en situación semejante, el silencio o el disimulo del Carlismo equivaldría a su propia claudicación; en otras palabras, a su muerte por envilecimiento, y con ello, a la de España.
Porque los carlistas no formamos un partido, sino que estamos consagrados a la Comunión Tradicionalista en su trilema, o sea, a la única España, y no nos es lícito encubrir, ni siquiera callar, tales males públicos cuando racionalmente pensando no pueden ser rectificados y han llegado a constituir un gravísimo peligro para la Patria y para todos los españoles.
Debemos, pues, declarar y declaramos, como puede hacerlo el último de los carlistas, que la Comunión Tradicionalista no sigue a Don Javier en su claudicación, o sea: no recoge el "llamamiento hecho a la Nación por el Jefe del Estado" -que, por otra parte, no existe más que en la engañosa y pobre dialéctica del "mensaje"-; ni se apresta "con todo entusiasmo a desarrollar la labor política que exige esta nueva etapa"; ni aprueba la política de veinte años de "Movimiento" -que ha conducido a España a estado catastrófico-, como lo hace Don Javier diciendo que "concluida la guerra de liberación, especiales circunstancias determinaron la política de una primera etapa, sin carácter institucional monárquico", sino que, en unión de todos los españoles, la reprueba y condena con la mayor energía, y afirma que se convertirá en traidor cualquier carlista que obedezca las órdenes que da Don Javier cuando dice: "Yo espero de vosotros, mis fieles y queridos carlistas, que contribuiréis con todo vuestro esfuerzo a tan alta y decisiva empresa, unidos y obedientes a las órdenes de las autoridades de la Comunión, en quienes tengo depositada mi confianza".


Declaramos:
Que no es cierto que Don Javier se haya "mantenido en la misma línea de defensa de nuestra santa Causa" desde que por orden del Rey don Alfonso Carlos se puso "al frente de los trabajos de la Comunión Tradicionalista de preparación del glorioso Alzamiento Nacional".
Que no es cierto que Don Javier ayudara "por todos los medios a -su- alcance al triunfo de la Cruzada.
Que no es cierto que Don Javier "después de iniciado el Movimiento" -o sea del 19 de abril de 1937 y dentro ya de la política opuesta al Carlismo y al Alzamiento-Cruzada- pudiera ofrecer al Jefe de esa política (aunque le dé otro nombre) los Tercios de Requetés.
Que no es cierto que Don Javier pudiera "confiadamente considerar terminada esta parte de -su- misión".
Que no es cierto, como dice Don Javier, que fuera "esta parte de -su- misión de orden puramente militar".
Que Don Javier ni puede ni debe tratar de hacer creer a los carlistas que, en verdad, el general Franco se propone y puede comenzar "un nuevo período transitorio de la estructura definitiva del régimen mediante la instauración de la gloriosa y secular Monarquía Tradicional".
Que no es cierto, como dice Don Javier, que los principios de semejante "Monarquía" sean los "defendidos siempre por la Dinastía Carlista".
Que no es cierto, como dice Don Javier, que en la supuesta instauración de esa "Monarquía" tenga puesto, derecho, deber o responsabilidad de clase alguna la Comunión o los carlistas.
Que no es cierto, como dice Don Javier, que deba el Carlismo intervenir, sino todo lo contrario, en esta "tarea trascendental" para no malograr el sacrificio" de los requetés en la guerra y para no "privar de su justificación última al Movimiento Nacional, cuyas consecuencias políticas no quedarían (sin esa intervención nuestra) cumplidas", siendo así que -diga lo que quiera Don Javier- ese "Movimiento" es precisamente el enemigo del Alzamiento-Cruzada, o sea, del auténtico "proceso político y social abierto el 18 de Julio".
Protestamos de que se invoque a Dios, a la Patria y a nuestros Mártires en esta clase de negocios.
Acusamos a Don Javier de haber engañado, ayudado por sus representantes, positiva y gravísimamente, a los carlistas, dirigiéndoles durante veinte años manifiestos aparentemente oposicionistas, siendo así que su verdadera política era la opuesta, la de entrega del Carlismo al general Franco y al "Movimiento"; política de negación propia, de claudicación, que expone el Príncipe por primera vez públicamente en su "mensaje" del 12 de diciembre, pero que con toda probabilidad había ya expuesto en privado en la carta que -sin contradicción alguna por su parte- afirma al General haber recibido de él durante la Cruzada, "reconociendo" Don Javier en ella que el contenido y las esencias de la Monarquía defendida por los carlistas están encarnadas en el Movimiento, adhiriéndose a la Unificación y considerando con ello terminada su misión.
Y, en definitiva, asumiendo en cuanto sea necesario la representación de la Comunión Tradicionalista y del Carlismo, nos vemos obligados a reconocer públicamente -ya que el mal y el peligro es público y gravísimo y afecta a todos nuestros compatriotas- que Don Javier de Borbón y Braganza se ha ilegitimado en el ejercicio de su cargo de Regente y, si hubiera llegado legítimamente a adquirirlo, en el de Rey de España.



 La única solución: la Regencia
Mas el Carlismo no se extingue por la muerte o ilegitimación de un Regente, ni siquiera por el eclipse o la desaparición de una dinastía, porque, como queda constatado, mientras domine en nuestra patria lo Revolucionario, la Comunión Tradicionalista se identifica y confunde con la verdadera España y, en tales circunstancias, si se extinguiese el Carlismo, moriría España.
Bien claro lo dijo Carlos VII en su Testamento Político del día de Reyes de 1887:
"¡Adelante, mis queridos carlistas! ¡Adelante, por Dios y por España! Sea esta vuestra divisa en el combate, como fue siempre la mía, y los que hayamos caído en el combate imploraremos de Dios nuevas fuerzas para que no desmayéis. Mantened intacta nuestra fe y el culto a nuestras Tradiciones y el amor a nuestra bandera. Mi hijo Jaime, o el que en derecho, y sabiendo lo que ese derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aún así, si apuradas todas las amarguras, la dinastía legítima que os ha servido de faro providencial estuviera llamada a extinguirse, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá jamás. Vosotros podéis salvar la Patria, como la salvasteis... huérfanos de Monarca, de las huestes napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar eran los que vencieron en las Navas de Bailén. Unos y otros llevaban la misma fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios".
Ahora bien, en toda sociedad es imprescindible la autoridad, so pena de incurrir en la ineficacia, primero, y de caer, en definitiva, en la anarquía.
La sociedad de la España verdadera, Legítima, representada de derecho únicamente por la Comunión Tradicionalista, se hallaba, desde hace poco tiempo y de manera evidente y pública, desde el 12 de diciembre del último año, según hemos visto, privada de autoridad legítima, abandonada. Viniendo a empeorar tan grave situación inicial, progresivo e irremediable alejamiento de España -de la España que se manifestó una vez más el 18 de Julio- realizado, a costa de su propio agotamiento interno, por el Movimiento" y su "política". Y por la consecuencia ineludible de ese alejamiento, el avance inversamente paralelo, y hoy ya gravísimo, de las fuerzas del Mal, las Revoluciones, las que fueron derrotadas por el Alzamiento-Cruzada del 18 de Julio, aunque no eliminadas políticamente de nuestra Patria por culpa del "Movimiento" y sus más o menos declarados y oportunistas tutores, beneficiarios y encubridores.
Debiendo también advertirse que este avance de las fuerzas del Mal no responde menos a un sólo mando ni es menos peligroso ni real, sino todo lo contrario, por ofrecerse encubierto con la piel de oveja de un monarco-juanista o juan-carlista indefinido y aun contradictorio en la apariencia, a la vez pseudo-tradicionalista -¡oh, elevadísima misión estorilesca del 20 de diciembre!- y liberal, democrática-roussoniano-cristiano y autoritario, marxista-socialista y anarquista. Porque estas cosas, superficialmente heterogéneas, son en el fondo perfectamente homogéneas (y también lo es, en el último término el marxismo-comunista), como hijas todas de la Revolución judeo-masónica, anticristiana, suprema fuerza del Mal que, si es preciso esclavizándolas, les impone la unidad de acción bajo su único poder.
Abocada, pues, España al precipicio -la inmensa mayoría tampoco lo creían el 15 de julio de 1936-, sin faltar gravísimamente a su deber, al imperativo del bien común, en manera alguna podría el Carlismo -único representante auténtico del buen pueblo español- aplazar por más tiempo el llenar el vacío y la brecha mortal que habían producido en nuestra Patria, en último término, el abandono, la decapitación de la Comunión Tradicionalista, de la legítima autoridad carlista nacional y de la Legitimidad española, siendo naturalmente imposible que los llenase el mismo Don Javier que los había causado, a costa de perder, como obligada consecuencia, según está a la vista, toda eficacia en la vida española, ni cualquier organización que siguiese la "disciplina" del ilegitimado, que nada tiene que ver con la lealtad carlista o el bien común.
Ni al Carlismo ni a España les representa en modo alguno el javierismo, aunque continúe usando, y usurpando, el glorioso título de Comunión Tradicionalista, porque aquella estructura -como era ineludible al ilegitimarse Don Javier se ha convertido en un tentáculo más de la política del "Movimiento".
Más por insondable designio de Dios -de ninguna manera por méritos propios- hubo en España una región, Cataluña en su conjunto carlista, que percibió hace años la claudicación e ilegitimidad de Don Javier y sus delegados, y obrando en consecuencia, de la misma manera que mientras los tuvo por legítimos los sirvió como quien más, desde aquel momento se separó públicamente de su ya ilegítima autoridad y disciplina y así pudo conservar la única organización y continuar manteniendo y ejecutando la única política positiva, total y exclusivamente carlista -sin mediatizaciones gubernativas o gubernativo-javierista en las alturas, ni contubernios de ninguna otra clase- que se practica desde hace tiempo en España.
Por eso desde hoy la verdadera Cataluña lo único que naturalmente y con la ayuda de Dios puede y, por consiguiente, debe ofrecer y ofrece a los carlistas y a los españoles de toda España la base, el punto de apoyo para la puesta a punto del Carlismo y, en consecuencia, para la reconquista de España. No se percibe, ni puede preverse, racional y políticamente que otro ser, individual o colectivo, puede por ahora, con las mínimas garantías carlistas o españolas hacerlo.
Y para ello, hallándose vacante y abandonada la autoridad de la Legitimidad Española y de la Comunión Tradicionalista, a pesar de la ineludible y urgentísima necesidad de su existencia y del tiempo transcurrido desde la ilegitimación de Don Javier, que la originó, huyendo de personalismos, la representación más autorizada del Carlismo de la Región, la Junta Carlista de Cataluña, la ha asumido en nombre de la dinastía de los carlistas prevista por Carlos VII como continuadora de la obra salvadora de los Reyes legítimos de España, como el carácter de Regente y los derechos y deberes señalados para ella en el Real Decreto de S.M.C. Don Alfonso Carlos de 23 de enero de 1936; mientras no tengamos Rey legítimo o los carlistas del resto de España -liberados de la ilegítima estructura y disciplina javierista- no estén suficientemente organizados para que pueda hacerse con mayor perfección.


"Salus populi suprema lex"
Y dispersos y retirados a sus casas la mayoría de los carlistas, confundidos otros de buena fe en la "disciplina" javierista, desprovistos unos y otros de política y organización realmente carlistas, poco o nada podrían hacer para oponerse con eficacia a los gravísimo males que pesan ya sobre nuestra Patria ni a los todavía peores que inminentemente la amenazan.
Estos son, ni más ni menos, la motivación y el alcance del paso dado por la Junta Carlista de Cataluña. Y este hecho jurídico y político, creador de derechos y deberes para todos, es publicado y proclamado mediante esta formal declaración escrita y, si Dios quiere, lo será también verbalmente ante el pueblo carlista -único representante hoy legítimo del esclavizado pueblo español- que ha sido convocado para el "aplec" nacional que debe celebrarse, en la fecha de este documento, en la montaña santa de Montserrat.
Esta Regencia adopta la denominación de REGENCIA DE ESTELLA como tributo de admiración, agradecimiento e identificación de la verdadera España a Navarra, su salvadora en lo humano, y a lo que dicho nombre significa y simboliza en la lealtad a la Patria común en la reprobación de los traidores, antiguos y modernos.
Y se constituye y radica en España, no en el extranjero, porque, nacida de la lucha para que prevalezca en definitiva el auténtico Alzamiento-Cruzada del 18 de Julio, la única España, la tradicional, frente a la actual desviación del "Movimiento" y contra la anti-cruzada en marcha, dentro de nuestra Patria debe desplegar su bandera y en lo más íntimo del pueblo español combatir y, si Dios quiere, triunfar.


 La Regencia ante el Carlismo y ante España
Sea el primer acto de esta Regencia dirigir un llamamiento a todos los carlistas de España para que coadyuven en la puesta a punto en todo el país de la Comunión Tradicionalista, de nuestro ser colectivo, con su espíritu, carácter y organizaciones propios, los carlistas, y, en consecuencia, de todos los buenos españoles, aunque no militen en el Carlismo, a fin de que, cuanto antes, se pueda rehacer la composición de la institución con la representación verdaderamente española de las demás regiones, y ofrecer de esta manera a España un instrumento de gobierno más perfecto que el que ahora se ha constituido, a menos de que antes hayamos hallado el Rey legítimo.
Claro está que cuantos carlistas coadyuven en esta obra deberán estar completamente libres o liberarse de toda disciplina o influencia no carlista, como, por ejemplo, la ilegitimidad de Don Javier, que bien claro nos ha resultado comprobar, que aunque trate de disimular su politiqueo con los nombres de colaboracionismo, intervencionismo nacional, presencia en la política nacional, contactos, etcétera, no significa realmente otra cosa que la anulación encubierta del Carlismo.
La Regencia de Estella recoge del suelo y alza la única bandera legítima y salvadora de la Patria -como pudieron comprobar, una vez más, los españoles de 1936-, la tradicional y por ello actual de España, la que ha mantenido siempre el Carlismo, la del Alzamiento-Cruzada del 18 de Julio. Y, en consecuencia, rechaza todos los guiones revolucionarios que, en realidad -intenciones aparte-, obedecen a una sola bandera, la de la Revolución, y a ella conducen escalonadamente: "Movimiento", javierismo, juanismo o juan-carlismo, república, socialismo, anarquismo, comunismo, con un sólo final, el dominio mundial anticristiano judeo-masónico.
Mas debe hacer constar, para que nadie se llame a engaño que su bandera, precisamente por ser verdaderamente contrarrevolucionaria, es enemiga del egoísmo conservador, por ser éste una revolución más. Nuestra bandera no revoluciona, es ordenadora, pone las cosas en su sitio. Y tan fuera de su lugar las tiene el conservadurismo como las pone cualquier otra revolución.
La Regencia, depositaria actual de la Legitimidad española y, en consecuencia, de la Jefatura de la Comunión Tradicionalista, se debe dirigir y efectivamente se dirige al Generalísimo, al Ejército y a cuantos integraron espiritual y corporalmente, o sólo espiritualmente el Alzamiento-Cruzada, y al buen pueblo español, para proclamar y propugnar que para evitar el hundimiento de España, es esencial sustituir -entiéndase bien, no que sea sucedida- cuanto antes la actual situación gobernante por la Regencia nacional, y para que sea nacional, auténticamente tradicionalista, o sea, carlista -no simplemente en "los principios fundamentales de la política tradicionalista" como orientadora de "la legitimación" (otra vez nos referimos a Estoril), sino en toda su política-, aunque no sean militantes carlistas la totalidad de los que en el momento de su implantación deban formar esta Regencia. Y también para instar al mismo Generalísimo, Ejército, participantes del Alzamiento y pueblo a que sigan, por el camino de esa sustitución, al Carlismo, único ser político español, si, por encima de cualquier otra consideración, quieren salvar la Patria.
Deben saber los españoles, especialmente los que más o menos en secreto disponen los cambios de régimen o de situaciones gobernantes, que España necesita para salvarse tanto, por lo menos, de la política carlista como de su sangre. Y que los requetés, los carlistas, no son senegaleses.
Declara también la Regencia que sería ilegítimo -y, por consiguiente, contra él lucharía el Carlismo- cualquier cambio distinto del aquí propugnado, en el régimen y gobierno de España, fuere quien fuere su autor.
Para evitar dilaciones, puesto que el tiempo apremia, y sin perjuicio de darle mayor difusión, adopta y hace suyo la Regencia de Estella, ante todos los compatriotas, el ya publicado y repartido manifiesto carlista a los españoles, fechado "En la Fiesta hispánica de Nuestra Señora del Pilar, 12 de octubre de 1956", con las solas modificaciones impuestas por la ilegitimidad de Don Javier y hechos concordantes, de que la Legitimidad y continuidad de la obra salvadora de la Patria radica, en definitiva, en la dinastía de los carlistas prevista por Carlos VII y hoy, como su representante, en esta Regencia, que sustituye totalmente, en consecuencia, al gobierno de interregno proyectado en dicho Manifiesto.
Esta Regencia pide humildemente a los Sagrados Corazones de Jesús y María que iluminen a todos los españoles de buena voluntad, que confundan a los enemigos y que allanen el camino de la salvación de España.
¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA EL REY!
Montserrat, 20 de abril de 1958
LA REGENCIA DE ESTELLA

Esta Regencia quedó proclamada efectivamente y aclamada por el pueblo carlista -único representante legítimo del pueblo español-, en el "aplec" nacional del día de la fecha, en Montserrat.
Dios Patria Fueros Rey


Fuente: Manuel de Santa Cruz. Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo español. Tomo 20.

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